Experiencias inesperadas de gratitud

Un inesperado viaje de gratitud, Era el 21 de agosto del año 2014, tenía programado mi vuelo con dirección a Buenos Aires desde Bogotá, antes de salir de casa realicé el web chekin, tenía los nervios de punta, quería hacer todo correcto y no dejar en medio nada. Luego de pasar varios minutos revisando mi check list, me dirijo a llevar mis dos hijos a su colegio que en ese entonces estaban pequeños, por eso ese día desperté un poco nostálgica. Ya que debía ausentarme de casa por varios días, para cumplir con la presentación de mi proyecto en Buenos Aires.

Recuerdo que para animarme un poco, puse a todo volumen en mi coche música de Gustavo Cerati mi cantante favorito de ese entonces, después de conducir dos horas llegue al aeropuerto sobre las 9.00 am e hice todos los trámites de rigor para pasar a la sala de espera, hasta el momento todo marchaba bien. Este era mi primer viaje al exterior, así que mi ansia aumentaba con cada cosa que debía hacer.

 

Vuelo Aerolíneas Argentinas

Y así comienza la verdadera historia, talvez le llamo mi serie de las primeras veces.

Aquí debo ponerlos en contexto, tengo fobia a volar y saber que tenía que subirme a un avión por casi siete horas, no era algo que me hiciera muy feliz que digamos. Entonces lleve conmigo varias cosas que hacían disminuir mi ansiedad y enfocarme el verdadero sentido de mi viaje,

Recuerdo que lleve conmigo: El libro comer, amar y rezar de Elizabeth Gilbert, lleve un libro del Dalai Lama que se llama el arte de la Felicidad, lleve auriculares, chicles y una bitácora que en ese tiempo era un cuaderno que olía a fresa y lo compre en la miscelánea cerca al colegio de mis hijos, tambien llevaba un pequeño lápiz.

Así que empecé a escribir cada cosa que me sorprendía de este viaje y aquí está un resumen de mi experiencia:

En el avión

Me tocó ventana y a mi lado se sentó una chica de México. Empecé a charlar con ella, porque debo confesar que despegar se ha convertido en una pesadilla desde que viajo constantemente; para evitar mis nervios, le pregunto sobre su ciudad de origen, y así es como empecé a olvidar que me prepararía para volar durante seis horas y media.

Nuestra conversación era muy amena, pero me di cuenta de que el avión seguía estacionado y ya habían pasado más de 20 minutos, situación que me hizo preguntarle a la chica que pasaba? Ella me contó que había visto subir unos técnicos al avión, yo estaba concentrada en la charla. Pero me causo curiosidad que las personas poco a poco se ponían nerviosas y nadie daba una respuesta de la situación.

Después de una hora el piloto nos indica que debemos ir al hangar, ya que debían revisar los flaps, una pieza de las alas del avión, las que le ayudan a frenar, darle dirección y aterrizar, así que nos llevaron con una grúa al hangar sin darnos información relevante.

Pasaron cinco horas y media, seguíamos estacionados en el hangar. No nos daban más información, los técnicos del avión seguían dentro, había niños jugando por los pasillos, gente peleando con la tripulación. No podía creer el caos que había dentro del avión: no podíamos salir, estábamos todos encerrados.

Siete horas después, los técnicos pasaron de vuelta por los pasillos, hicieron las últimas revisiones y se bajaron.

Minutos más tarde el piloto anunció que debíamos abrochar nuestros cinturones, un silencio colectivo invadió el avión.

y me dije a mí misma

“Espero que todo esté bien”.

Seguí haciendo un mantra de protección, el cual llevaba las siete horas recitando entre la conversación con la chica mexicana, el mantra y mi ansiedad. No tenía tiempo para pensar en algo malo.

Pero cuando no es tu momento las cosas pasan, por eso pienso que nunca se debe presionar el destino, ni forzar las cosas. Todo debe fluir. Así que lo que sucedió después fue asombroso.

No Despegamos 

Los flaps nuevamente mostraron alerta y el piloto decidió regresarnos al hangar. Aquel silencio colectivo de antes se transformó en todo lo contrario: todos gritaban y no entendían por qué no salíamos.

APRENDÍ QUE DEBEMOS AGRADECER POR ESTAR VIVOS 

En cambio, AGRADECÍ me di cuenta lo afortunados que fuimos al no despegar en ese avión. Pensé que quería volver abrazar a mis hijos.

Llegamos de vuelta al aeropuerto y nos condujeron de nuevo a los mostradores. Algunos pasajeros lograron ubicarse en vuelos con conexión, pero ya con ocho horas de retraso, yo debí tomar el hotel que fue pagado por la aerolínea para viajar al día siguiente. Realmente era uno de los hoteles más lujosos de Bogotá” El Tequendama” y así que pensé que al menos conocería este hermoso hotel y podría dormir bien esa noche. Puse mi alarma y me fui a dormir temprano porque según la aerolínea nos recogerían a las 8.00 am.

Hotel Tequendama

Al siguiente día, llegaron las 8 am, nadie nos respondió. Éramos varios vagando por los pasillos del hotel, mientras el estrés se apoderaba de nosotros; hasta del conductor del autobús que también esperaba instrucciones. Pasaron dos horas más y empezaron avisar por las habitaciones que a las 10 am saldríamos de camino al aeropuerto, pero no fue así, debimos esperar hasta las 13 horas para que nos recogieran del hotel al aeropuerto.

En el Hotel Tequendama

Aquí yo con 34 Horas de Travesía

De nuevo en el aeropuerto

Eran las 13 horas y media del día 22 de agosto, y aún no habían dado una solución concreta los de la aerolínea, solo nos llevaron a los mostradores del aeropuerto. Ya desesperada por los atrasos, llegué a la ventanilla y solo había un cupo en un vuelo con conexión a Guarulhos, en São Paulo, Brasil. Me prometieron un hotel, comidas y el vuelo. Así que sin más acepte la oferta.

Luego me di cuenta que no había avisado a mi casa que debía cambiar la ruta y ya no viajaría directamente, cuando llame a mi padre me dijo” No viajes” has tenido muchas complicaciones, regrésate y cancelamos el viaje. y mi teléfono se apagó por falta de batería.

En ese momento, pensé, es mi primer viaje al exterior y han pasado tantas cosas negativas que creo en la versión de mi padre que no me conviene volar. Pero luego mi vocecita aventurar era arriesgada y un poco loca me dice si no lo haces, ahora no lo harás nunca. Súbete a ese avión. 

Eran las 19.30 pm y ya habían pasado 34 horas de esta travesía. Estaba agotada y solo quería llegar a mi destino. Abordamos el avión y vi a una pareja que estaba en la misma odisea: me dio un poco de tranquilidad verlos y me relajé.

Después de seis horas y media llegamos a Brasil, donde nos encontramos con que debíamos esperar seis horas más en el aeropuerto de Guarulhos, en São Paulo, Brasil, hasta salir a Buenos Aires. Nos acercamos a la ventanilla y, al contrario de lo que nos dijeron, no teníamos ni hotel ni cena, solamente nos dieron unos pases para reclamar algo de comida en una cafetería del aeropuerto.

Así que las seis horas siguientes descubrí que los ángeles existen y se convierten en amigos

La pareja que había vivido conmigo esta travesía me acompaño estas seis horas. Era Guille, un argentino con una sonrisa fantástica y una luz que aún no puedo describir, Atzu su pareja Colombiana, con la sangre caribeña como una buena cartagenera, una mujer que impactaba por su apariencia, Atzumi es de esas mujeres que cuando pasan todos voltean a mirar, alta con el cabello rizado y abundante y una sonrisa permanente.

Atzu y Guille en la cámara

Nuestros rostros cansados nos permitieron conocernos naturalmente: hablamos de la vida, de lo afortunados que fuimos al no volar en ese avión y de ese misterio que tienen las casualidades. Coincidimos que la vida es frágil y que esta experiencia cambiaria nuestra forma de ver la vida para siempre. Todos nos volvemos vulnerables cuando te das cuenta de que tuviste una segunda oportunidad.

Las seis horas se pasaron muy rápido y subimos al avión. Lo que no supimos en ese instante fue que los ángeles se convierten en amigos, y que esta odisea nos regaló una amistad que comenzó con una travesía.

Completamos 48 horas de aventura en un vuelo que debió haber durado 8 veces menos. Desde la ventanilla del avión, mientras observaba las nubes, pude imaginar las callecitas de Buenos Aires, que huelen a dulce de leche y mate, y ver las sonrisas de mis amigos.

Agradecer

El misterioso caso del vuelo 1361 de Aerolíneas Argentinas fue una experiencia transformadora.

A pesar de los retrasos y la incertidumbre, aprendí a encontrar belleza en la adversidad. Durante las 48 que duró mi viaje, conocí a personas maravillosas con las que compartí historias y reflexiones sobre la vida. Al no haber despegado en el avión que presentó alertas. Sentí una profunda gratitud por la oportunidad de seguir viviendo y abrazar a mis seres queridos. Incluso en los momentos más difíciles, encontré consuelo en la música y la conexión con los demás.

 

Escrito Por : Natalie Rood

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