Neuroplasticidad y epigenética en las personas altamente sensibles

Descubre cómo la neuroplasticidad y la epigenética moldean el cerebro de las personas altamente sensibles (PAS), y por qué para este tipo de cerebro cada experiencia cuenta.

Introducción

Hay cerebros que aprenden por repetición. Y hay otros que aprenden por resonancia.
El cerebro de una persona altamente sensible —o lo que podemos llamar cerebro PAS— pertenece a estos últimos.
Cada estímulo, cada emoción, cada silencio del entorno deja huella. Y esa huella no solo se queda en el recuerdo, sino que
modifica la estructura y el funcionamiento del cerebro.

En esta entrada vamos a explorar cómo el rasgo de alta sensibilidad, conocido en la literatura científica como
Sensory Processing Sensitivity (SPS), interactúa con la neuroplasticidad y la
epigenética, y cómo eso convierte la sensibilidad en una ventaja potencial y, al mismo tiempo, en un reto real.

1. El rasgo SPS: una sensibilidad que procesa más profundamente

El rasgo SPS describe una tendencia estable a procesar la información sensorial, emocional y social con mayor profundidad.
No es un trastorno ni un diagnóstico, sino un rasgo de temperamento que se observa en aproximadamente
entre el 15 % y el 30 % de la población.

Algunas características clave del cerebro PAS son:

  • Umbral sensorial más bajo: la persona detecta matices que otros no notan (cambios mínimos en el tono de voz, en la luz, en el ambiente emocional).
  • Profundidad de procesamiento: tiende a detenerse, reflexionar e integrar los detalles antes de actuar.
  • Mayor reactividad emocional: responde con más intensidad tanto a estímulos positivos como negativos.
  • Vulnerabilidad a la sobreestimulación: cuando el entorno es muy exigente, aparece saturación, agotamiento sensorial y necesidad de retirarse.

Desde la perspectiva evolutiva, este perfil funciona como una estrategia de sensibilidad: en un grupo,
algunas personas son más rápidas detectando peligros, oportunidades y señales sutiles. El precio a pagar es que ese mismo
sistema también reacciona con más fuerza al estrés.

2. Bases biológicas del cerebro PAS

2.1 Actividad cerebral y procesamiento profundo

Estudios de neuroimagen (fMRI) y de electroencefalografía (EEG) han mostrado que las personas con alta SPS presentan
mayor activación en regiones implicadas en la integración sensorial y emocional, como la
ínsula, la corteza cingulada anterior y áreas prefrontales, especialmente cuando
observan estímulos emocionales o sociales significativos.

También se ha observado que, incluso en reposo, el cerebro PAS puede mostrar una actividad más alta en determinadas
bandas de frecuencia, lo que encaja con la sensación subjetiva de estar “siempre procesando algo”.

2.2 Genética y sensibilidad al entorno

Los estudios en gemelos sugieren que alrededor de un 40 % de la variabilidad en la sensibilidad
se explica por factores genéticos. No existe un “gen de la alta sensibilidad”, sino un conjunto de variantes relacionadas
con sistemas como la dopamina, la serotonina y factores de crecimiento neuronal como el
BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro).

Estos sistemas se han asociado a la llamada sensibilidad ambiental: personas cuyo cerebro reacciona con más fuerza
tanto a las condiciones adversas como a las condiciones favorables. No solo son más vulnerables al estrés, también pueden
beneficiarse más de ambientes de apoyo, vínculos sanos y experiencias positivas.

3. Epigenética emocional: cuando la experiencia escribe sobre el ADN

La epigenética estudia cómo las experiencias dejan marcas químicas en el ADN o en la cromatina, modulando
qué genes se expresan y cuáles permanecen silenciosos. No cambia el código genético, pero sí el “volumen” al que se lee.

En cerebros sensibles, genes implicados en la respuesta al estrés (como los receptores de cortisol) o en la plasticidad
neuronal (como el BDNF) pueden ser especialmente permeables a esas marcas epigenéticas. Una infancia con estrés intenso,
crítica constante o falta de seguridad puede reforzar circuitos de alerta; una infancia con apoyo, sintonía emocional y
límites claros puede potenciar circuitos de crecimiento, calma y aprendizaje.

Dicho de forma sencilla: tu biología marca una predisposición, pero la historia de tu vida ha ido afinando esa
sensibilidad
. Y lo está haciendo todavía.

4. Neuroplasticidad: el arte de reconfigurar un cerebro sensible

La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro para crear nuevas conexiones, fortalecer unas rutas y debilitar otras.
Es el mecanismo que nos permite aprender, desaprender y cambiar patrones.

En las personas altamente sensibles, esa plasticidad se ve amplificada por la profundidad de procesamiento:
cada experiencia significativa genera una gran cantidad de activación neuronal, lo que facilita que se formen nuevas
asociaciones y se reorganizan antiguos esquemas.

Esto explica por qué:

  • Una experiencia traumática puede dejar una huella tan profunda en un cerebro PAS.
  • Pero también por qué una terapia adecuada, un vínculo seguro, un viaje transformador o una práctica creativa pueden producir cambios enormes.

El cerebro PAS no solo detecta más; aprende más de cada cosa que detecta.

5. El viaje interno: metáfora de un cerebro en movimiento

Imagina que tu mente es un mapa lleno de montañas, ríos y caminos. Muchos cerebros recorren la autopista principal.
El cerebro PAS, en cambio, se desvía por senderos secundarios, se fija en los colores del cielo, en el crujido de las hojas,
en la historia que hay detrás de una mirada.

Cada vez que viajas, que te expones a una conversación profunda o a un paisaje que te conmueve, no solo acumulas recuerdos:
estás reescribiendo tu mapa interno. Nuevas rutas neuronales se trazan, se fortalecen conexiones que antes
estaban dormidas y se debilitan aquellas que ya no te sirven.

Viajar, entonces, no es solo moverse en el espacio; para un cerebro PAS es una forma de neuroplasticidad en acción.

6. Cómo cuidar y potenciar un cerebro altamente sensible

Si aceptamos que el cerebro PAS es especialmente plástico y epigenéticamente sensible, el autocuidado deja de ser un lujo
para convertirse en higiene neurológica. Algunas claves prácticas:

  • Descanso sensorial: reservar espacios de silencio, naturaleza o baja estimulación donde el sistema nervioso pueda “bajar volumen”.
  • Sueño reparador: un buen sueño favorece la consolidación de recuerdos y eleva el BDNF, facilitando una plasticidad saludable.
  • Relaciones nutritivas: vínculos donde hay empatía, validación y límites claros actúan como “terreno fértil” para que la sensibilidad florezca.
  • Prácticas contemplativas: meditación, respiración consciente, escritura expresiva o arte ayudan a integrar lo que se siente en lugar de solo soportarlo.
  • Experiencias significativas elegidas: viajes, proyectos creativos

Escrito Por : Natalie Rood

Soy Natalie Rodd