El Viaje del Duelo
El fallecimiento de un ser querido es una de las experiencias más dolorosas que podemos enfrentar en la vida. El duelo, esa montaña rusa emocional que se desencadena tras la pérdida, puede parecer abrumador e interminable. Enfrentar la muerte de un familiar implica atravesar un proceso profundo hacia la sanación, donde cada persona experimenta su propio viaje emocional. El duelo no sigue un camino lineal y predecible.
No hay una forma correcta de pasar por el proceso; cada persona experimenta el duelo de manera única. Algunos días se sentirá abrumada por la tristeza, mientras que otros días podrá encontrar momentos de paz y aceptación.
La vida es un viaje, es la celebración de acontecimientos que suceden durante este tiempo.
Enfrentarnos a la muerte de un ser querido es parte de este viaje y todos de alguna manera lo vamos a experimentar.
Mi abuelita Flor murió en el año 2020, una semana después de mi matrimonio. Murió en la distancia y esto me hizo sentir culpable durante mucho tiempo. Pensaba que mi egoísmo no me había permitido disfrutar más momentos de felicidad junto a ella y me embargaba la certeza de no verla nunca más. Meses más adelante entendí que siempre nos sentiremos culpables de alguna manera frente a una situación de desprendimiento que nadie quiere atravesar, pequeñas culpas que te encogen el corazón: «si la hubiera llamado», «si no me hubiera ido», «sí…».
El momento llega cuando tiene que llegar, ni un día antes, ni un día después.
Aunque es difícil de afrontar, debemos empezar este camino de reconciliación con la pérdida y celebrar la vida de nuestro ser querido. Recuerdo la llamada que me avisó de que mi abuelita había fallecido y aún tengo escalofríos. Es una de esas huellas de la vida que te quedan grabadas para siempre. Ese instante en el que todo se detiene a tu alrededor y un sentimiento de confusión te invade y te hace pensar que no es cierto. Ese instante es el comienzo de un viaje llamado duelo.
Para emprender este viaje debemos conocer y entender las etapas emocionales que atravesamos, iniciando con una parada estratégica en la negación y finalizando con la aceptación.
Aprender nuestras propias emociones durante este viaje nos permitirá celebrar la vida de nuestro ser querido.
En mi caso, mi abuela me regaló muchas enseñanzas y recuerdos gratos que ilustro en este cuento, que nació en un tren de camino a París. Mis ojos se perdieron en los Alpes y me la trajeron convertida en una historia para niños. Tomé mi móvil y empecé a escribir durante horas, como si la magia de la inspiración entrará con cada respiro.
Así nació esta historia y así me di cuenta de que había aceptado esta pérdida que me encogió el corazón.
Escribir este cuento e ilustrarlo me permitió sanar el corazón roto y entender que mi abuela está presente permanentemente en mi vida, en cada recuerdo, en cada enseñanza, en la música, en las películas, en los viajes, en mis ojos cuando me veo en el espejo, en mi forma de ver la vida con libertad, en los ojos de mi padre y en la sonrisa de mis hijos, en la unidad de una familia que ella formó y hasta el final mantuvo unida.
Aunque este viaje a la aceptación tuvo muchos obstáculos, me enseñó que el autocuidado durante este proceso es fundamental.
- Centrarse en uno mismo y cuidar del propio bienestar físico, emocional y mental mientras se atraviesa el duelo es el primer reto.
- Lo segundo que me ayudó mucho fue buscar apoyo en mi red de familiares y amigos.
Durante este proceso del duelo tuve la oportunidad de aprender del modelo de las cinco etapas de Elisabeth Kübler Ross, una psiquiatra y escritora suizo-estadounidense, quien se especializó en la consejería del duelo y la muerte en general. Pionera en tanatología y creadora de diversos métodos, entre ellos el modelo de las cinco etapas del duelo.
Aunque este método es ampliamente conocido, no es una fórmula exacta. Sin embargo, estas etapas (negación, ira, negociación, depresión y aceptación) pueden ofrecer un marco útil para entender y validar las emociones que surgen durante el duelo.
LA NEGACIÓN
Fue una de las primeras emociones con las que me encontré. No podía creer que mi abuela, a quien yo imaginaba eterna, ya no estuviera físicamente. Buscaba su rostro en las fotografías, esperando que de alguna manera todo fuera solo una pesadilla. Recuerdo buscar un audio para escuchar su voz y sentirla cerca. Pero poco a poco comprendí que negar la realidad solo prolongaría el proceso de duelo. En el cuento represento la sorpresa de la noticia cuando la niña recorre la casa buscando a la abuela. Aunque en el fondo de su corazón ya conoce la respuesta, prefiere seguir buscando por todos los lugares en los que compartían sus momentos más felices.
IRA
A medida que fui avanzando en este viaje me enfrenté con la culpa, la ira, por no haber estado cerca de ella. Me sentí frustrada por no haber podido viajar a acompañarla. La pandemia se atravesó en el camino y esto me hacía sentir frustración y desesperación. En ese momento nada dependía de mí, todo era oscuro, confuso, y me embargó un sentimiento de desorientación que nunca había experimentado antes. Luego entendí que es parte natural del duelo.
LA DEPRESIÓN
Esta etapa refleja nuestra lucha por encontrar sentido y significado en medio del dolor. En mi caso, hasta pronunciar su nombre me hacía llorar. No quería que nadie me hablara de ella porque sentía una tristeza profunda y melancólica. La certeza de no volverla a ver físicamente me deprimía. Esta etapa en mi caso fue muy dolorosa, pero fue el momento en el que mi creatividad e inspiración se activaron. En este punto del viaje tenía sueños recurrentes con mi abuelita. En muchos de ellos la veía claramente con su vestido de flores rojas y su sonrisa. Sabía que estaba muerta y que tenía poco tiempo para decirle lo mucho que la quería, y ella siempre me respondía:
«yo también te quiero».
LA ACEPTACIÓN ME LLEGÓ COMO UN REGALO
Finalmente, llegamos a la etapa de la aceptación. En esta etapa, comenzamos a comprender y aceptar la realidad de la pérdida. Aunque el dolor aún puede estar presente, nos damos cuenta de que debemos seguir adelante y encontrar una forma de vivir una vida plena y significativa sin la presencia física de nuestro ser querido.
Es importante recordar que el duelo no sigue un camino lineal y que no hay un marco de tiempo definido para cada etapa.
Cada persona vive el duelo a su propio ritmo y de manera única. Algunos pueden pasar más tiempo en una etapa en particular, mientras que otros pueden moverse más rápidamente.
Comprender el proceso del duelo nos ayuda a navegar por estas etapas con mayor claridad.
Nos brinda una oportunidad de celebrar la vida de nuestro ser querido. En mi caso, esta etapa llegó como un regalo de mi abuela. Los primeros meses soñé en varias ocasiones con mi abuelita y siempre me despertaba con la sensación de que el sueño que había tenido la noche anterior había sido muy real. Estos sueños eran inconclusos y como en cámara rápida. Dejé de soñar con mi abuela como a los tres meses. Todo me recordaba a ella y sentía un inmenso vacío en mi corazón.
Tenía ganas de llorar y, si hablaba de ella, sentía una nostalgia que no puedo explicar. Una noche de verano no podía dormir, daba muchas vueltas en mi cama. Recuerdo que era una noche muy cálida y húmeda. Logré conciliar el sueño a eso de las tres de la madrugada y desperté sobre las siete con la mejor experiencia que he tenido en toda mi vida.
SOÑÉ DE NUEVO CON MI ABUELITA
Pero esta vez fue diferente. Este sueño, al igual que los otros, se sintió real. Fue un sueño sereno, en el que pude ver a mi abuela de joven. Se la veía rozagante y muy feliz. Tenía la piel muy tersa y sus ojos azules brillaban con una intensidad indescriptible.
Tuvimos una pequeña conversación donde pude pedirle perdón por no haber estado allí cuando me necesitaba y pude decirle cuánto la quería.
Ella me dijo que también me quería, pero luego empezó a cantar una canción de Biagio Antonacci que se llama Sognami. Es una canción italiana que no había escuchado en mi vida y suavemente desperté con felicidad en mi corazón, con tranquilidad.
Fui a buscar esa canción, que en ese momento no sabía cuál era, pero recordaba partes de la letra, y cuando la traduje me di cuenta de que, con ella, quería decirme que estaba bien allá donde estaba.
Fue una forma de despedirnos de la manera más amorosa que he vivido a través de la música que conecta el alma.
Desde ese día ya no lloro cuando la recuerdo porque entendí que podía celebrar su maravillosa vida. Y así cada enseñanza de este proceso quedó en mi corazón.